18 noviembre 2010

Irreverente, amigo Dalí


Salvador Dalí fue expulsado de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, ante la negativa de realizar un examen de Historia del arte sobre su admirado Rafael por “saber más que los tres profesores del tribunal juntos”. Era 1926 y hacía cuatro años que conocía a Federico García Lorca, una amistad temprana y pasional, alimentada por la juventud, la inconformidad y la genialidad artística.

La exposición Dalí, Lorca y la Residencia de estudiantes muestra la convivencia en un ambiente cultural sin precedentes, donde movidos por el contexto de continuo cambio vanguardístico, poeta y pintor establecerán los primeros bocetos de sus obras. En este camino de búsqueda y exploración se rodearán de intelectuales tan ilustres como José Bello, Juan Centeno, y Luís Buñuel entre otros.

En 1922 la Residencia de estudiantes era un auténtico hervidero de tertulias, debates científicos, talleres culturales donde los jóvenes intercambiaban puntos de vista acerca del repentino asentamiento de “la vida moderna”. Fotografías del taller de teatro interpretando Don Juan Tenorio, pequeñas láminas desdibujadas en garabatos representando el más puro de los retratos, escenarios de cartón, títeres…conforman la primera parte de la muestra, donde la vida cotidiana consistía en la experimentación constante.

Diversas fueron las cartas que se intercambiaron Dalí y Lorca a lo largo de estos años. En ellas se reflejan la propia personalidad de cada uno, atraído Dalí por las vanguardias, desconfiado Lorca por el devenir artístico de su amigo, aún con el punto en común de rechazo a toda corriente academicista. De ello desembocará el denominado con curiosidad Libro de los putrefactos, irónico y mordaz con artistas contemporáneos inmersos en la rigidez de los modelos ya establecidos.

Cadaqués, en el fiel del agua y la colina, eleva escalinatas y oculta caracolas

La referencia a este pequeño pueblo de pescadores, en la oda de Lorca dedicada a Dalí no es arbitrario. La inspiración y la paz que ambos sintieron en sus viajes a la costa catalana marcarán de por sí el fruto de obras venideras, el recuerdo de aquellos tiempos en el que a pesar de traer largas discusiones sobre el clasicismo de Poussin, los dos reían.

Inquieto Dalí, ya había realizado obras cubistas como el retrato a Lorca, la pincelada precisa influencia de Ingres en obras como Los primeros días de primavera, o Marineros y Venus recogiendo el legado de la corriente Valori Plastici. Tocó múltiples corrientes plásticas, pero ninguna le hizo subir más alto como el Surrealismo. El modo de entender lo cotidiano y rutinario para el pintor, pasaba siempre por la metafísica de todo aquello que le rodeara. Conceptos que sólo él era capaz de interiorizar y sacarlos a luz en forma de cuadros.

El milagro de la búsqueda artística completada por Dalí , acabó siendo sentenciado por Lorca como “estética fisiológica”. La nueva figuración del pintor no acabó de convencer al poeta, que ya pasados los años se fue distanciando poco a poco.

No se conoce reacción alguna del día que le fue comunicado a Dalí la muerte de su gran amigo. La referencia pictórica de la figura de San Sebastián que este hizo en sus cuadros, se considera un paralelismo con la figura del escritor. Entre líneas, observando las fotografías, leyendo sus cartas, y los dibujos que se intercambiaban, se puede interpretar el profundo respeto y admiración que ambos se procesaban.

¡Oh Salvador Dalí, de voz aceitunada!
No elogio tu imperfecto pincel adolescente
ni tu color que ronda la color de tu tiempo,
pero alabo tus ansias de eterno limitado.

Dalí consideraba que su amor por su mujer Gala era tan embriagador, que la pasión que sentía por ella le impedía tener otro afecto por nadie. A pesar de todo en una de sus últimas entrevistas elogío a Lorca como “el mayor de sus amigos”.

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