17 enero 2011

¿Violencia como defensa?


La corrupción, las medidas impopulares y el choque de intereses políticos está provocando en los últimos tiempos el movimiento de una sociedad que se siente engañada y defraudada por una clase política que le priva de sus derechos y libertades, generando con ello actos de violencia.

La sociedad ha dejado de creer en la política y comienza a pensar que la única forma de solucionar los problemas es la violencia. Si cogemos los datos del último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), la valoración que recibe la política que se vive en España en estos momentos es demoledora. Para el 67,1%, la situación es “mala o muy mala”, mientras que apenas un 3% la juzga de “buena”, y solo un 0,2% se atreve a calificarla de “muy buena”.

Los recientes ataques a las sedes del PP y del PSOE, el bloqueo de la mayoría de las páginas de los partidos políticos como protesta a la Ley Sinde o la paliza que el consejero murciano del PP recibió el pasado domingo no son hechos aislados, son solo algunos de los actos de violencia que se están generando en una sociedad que protesta ante leyes que minan sus libertades.

Pero, ¿por qué ocurre esto? Cuando las voces de una sociedad que pide a gritos un cambio de la situación político-económica son relegadas a un segundo plano, cuando las huelgas y las manifestaciones ya no sirven de nada y cuando los propios políticos están más preocupados por dañar al adversario que por resolver los problemas, es cuando, y solo cuando, se toma la violencia como única vía para defender los derechos.

Todos estamos de acuerdo en que la violencia no lleva a ninguna parte, excepto los propios políticos que la toman como arma electoral. El PP culpa y responsabiliza al Gobierno de incitar a la violencia, mientras que el Gobierno entra en el juego de comparaciones, reproches y criticas. Y al final, volvemos a lo mismo. ¿Qué pasa si ellos no son capaces de defender a los ciudadanos? Que éstos se defienden con las armas que creen oportunas.

Y el resultado seguirá siendo el mismo: una sociedad cabreada, que se siente insegura, engañada e impotente. Lo peor es que la luz al final del túnel parece estar todavía lejos. Nadie cree en un cambio de actitud en el plano político. Dentro de un año la situación política será peor para el 26,9% de los ciudadanos, y solo un 11,1% augura que el clima político mejorará. El resto de los encuestados estima que seguirá “igual”.

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